29.6.09

otoño privatista



La tarde, miope como un barco, se sumerge en el dolor desandado de la siesta.
Afuera un gato se relame bajo las pocas gotas de la llovizna.
Llueve, llueve, llueve.
las miradas se resignan al olvido y los silencios ya no buscan su lugar.
En ningún lugar un viejo, aburrido del aburrimiento, se vuela la cabeza con una nostalgia.
Ya no rien los patos en el fondo del campo.
No hay vigías insomnes ni albañales.
el pavimento hace un plop suavecito bajo las cubiertas de los autos suena como una seda
desgarrada.
Un poco de paz, solo un poco.
Un poco de amor, de ternura.
La última hoja del manifiesto cae inerte al embrujo otoñal.
Ya no quedan canciones ni fusiles para la paz